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Identidad de Género en la Infancia: “Mamá, yo soy libre ahora”

*Escribe María José Leno |  Profesora Asociada Ordinaria de Filosofía; Directora del Instituto de Educación y Ciudadanía UNPA, Sede San Julián; a cargo del Seminario sobre Niñez Trans, Escuela de Educación, UNPA San Julián. 

Un tarde común, de esas por las que pasa una semana, nos encontramos de pronto frente a la puerta de la casa de Valeria Herrera, una vecina de Villa Nueva Provincia de Córdoba que no se distinguiría de cualquier otro vecino/a con el que nos encontramos por la calle.

 

Nos dejó amablemente ingresar a su casa sin reservas acerca de qué podíamos o no preguntar y en ese gesto comenzamos a descubrir el sentido de la ingenuidad en su definición más amplia. Tuvimos la oportunidad de una charla sin dobles intenciones, sincera y con la confianza comunicativa que apareció a lo largo de la entrevista tanto en sus palabras como en sus gestos.

 

Comenzamos a comprender así, que en esa casa no había “un problema” sino una realidad basada en el amor y en la comprensión de las múltiples formas en las que se puede expresar la realidad humana.

 

Fuimos a buscar a Valeria solo porque está acompañando el pedido que le realizó su hija en el pleno ejercicio del derecho resguardado por la Ley de Identidad de Género Nro. 26.743 para realizar el cambio registral del documento de identidad dado el nombre y el género establecido a partir de su nacimiento, no se adecúa a su identidad autopercibida cotidianamente y a lo largo de casi toda su historia.

 

La decisión de este paso fue construyéndose a diario, a través de la escucha, del entendimiento, de la aceptación y de las muchas y variadas expresiones que fueron haciéndose presentes en ese ida y vuelta de los pequeños detalles que suelen aparecer en los diálogos entre padres/madres e hijos/as respecto de qué ropa ponerse, con qué juguetes divertirse y crear, con los mundos afectivos a los que se dirigen las miradas, con los cortes de cabello más largos o más cortos, con los cambios corporales que se suscitan en el crecimiento, con las actividades recreativas, con todas las simples preguntas que para los adultos son tan difíciles de contestar pero que son tan simples de poder cambiar si nuestros objetivos como tales solo fueran construir un mundo sin discriminación ni desigualdades.

 

Fue construyéndose también frente a los espacios de incomprensión, de dolor, de intolerancia al que se somete a los niños/as trans, dejándolos en estado de indefensión absoluta en tanto como sociedad -más lejana o más cercana- los aplastamos y anulamos en su libertad de expresión identitaria y existencial .

 

Este proceso de acompañar la transición identitaria de su hija también implicó un nuevo comienzo de su historia, en donde los cambios en el mundo cotidiano de sus relaciones vinculares aparecen con ausencias o nuevas presencias de acuerdo a las posibilidades que los demás encuentran y los modos de aceptación o de rechazo que adoptan frente al reconocimiento de los derechos de la infancia.

María José Leno junto a Valeria y su hijo más pequeño

Sin embargo, frente a estos fuertes embates lo que en ella prima es el convencimiento de estar acompañando un proceso real cuya expresión más fuerte aparece en la afirmación de su hija: “Ahora me siento libre”.

 

Este ponerse a pensar qué significaba esa expresión en el mundo infantil, le permitió a Valeria descubrir que no se trataba de un capricho cumplido, de una confusión de roles, de un deseo momentáneo y pasajero, de una falta de límites claros o de una patología producto de proyecciones familiares o de otras afirmaciones con las que debe lidiar a diario producto de los juicios foráneos.  La afirmación por el contrario la vinculó directamente a un valor asociado a la posibilidad de permitir dejar vivir, de dejar ser lo que se es sin condicionamientos prejuiciosos que anulen esa libertad, porque la autopercepción identitaria no es una elección, es una realidad que no puede soslayarse, minimizarse o cambiarse, tanto y de la misma manera que no podemos dejar de beber agua o comer para vivir o incluso renunciar a nuestra identidad para ser otros/as.

 

Llegar a entender esto no le resultó difícil. Lo difícil está en tramitar el mundo externo donde esta identidad se expresa y por eso mismo es que se encuentra inmersa en los mismos caminos de militancia que ya han emprendido con anterioridad otras familias en las mismas o semejantes condiciones.

 

Emprender este camino de militancia la obliga a alejarse de tener una vida “normal”, le exige asumir espacios y acciones que deberían ser asumidos por los sectores y actores sociales que tienen capacidad y obligación de allanarlos pero que son –paradójicamente- quienes suelen generar las mayores dificultades con las que va encontrándose en este proceso.  Ella, que “no sabía nada” de este tema, es quien estudió la problemática, se vinculó con referentes, analizó las leyes y acompaña –nuevamente acompaña- esta vez desde su militancia a la deconstrucción de los saberes, sentires y acciones socialmente instalados y de compleja y complicada deconstrucción.

 

Valeria está en el camino del proceso legal de cambio registral de la identidad de su hija.  Es el primer caso de cambio registral que en el marco de la Ley de Identidad de Género que se realizará en esta localidad cordobesa.  No le importa que reconozcan este caso como pionera, solo le importa que a partir de esto la vida de su hija tenga las mismas condiciones para la garantía de los derechos que cualquier otro/a niño/a ya posee.

 

Todo lo demás corre solo por cuenta de nuestras obligaciones y responsabilidades ciudadanas propias del mundo adulto para garantizar que dejen de existir espacios marginales excluyentes y podamos crecer en nuestra humanidad.

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