top of page

La policía y el temita de la libertad...

Los abusos policiales frente a las libertades privadas y la libertad de circulación se vuelven algo cotidiano para los pibes de la provincia de Córdoba. La arbitrariedad y subjetividad con la que actúa la policía se ve amparada por el Código de Convivencia que, además de ser estigmatizador, se nutre de cierta “ambigüedad” que permite a la yuta accionar desde la libre interpretación: la figura del “merodeo” sigue vigente en el nuevo Código.

El vocabulario que se utiliza en el mismo, está muy lejos de ser un error técnico. Lo que se busca es dotar a la policía de un empoderamiento, permitiéndoles determinar cuando una 

conducta es o no una contravención. ¿Cuándo se puede determinar que alguien está merodeando? ¿Bajo qué conductas se define la figura de merodeo y en qué difiere con el hecho de, simplemente, circular de un lugar a otro?

En Villa María, lejos de vivirse otra realidad, los pibes cotidianamente sufren abusos policiales, atropellamientos bajo fundamentos como la portación de rostro, vestimenta, barrio de residencia o por el trabajo que realizan. Así, la libre circulación se ve impedida por móviles que meten trabas a diario, y actúan como barreras.

Juan (18) y Emiliano (17), son dos pibes de nuestra  ciudad que conviven con estos procesos. Entre ronda de mates charlamos sobre distintas cuestiones sociales y nos comentan un poco cómo es que la yuta acciona. Dos pibes que, al salir cada día de su casa, tienen naturalizado que eso implica cruzarse con un patrullero y les pida su documentación.

Emiliano, el menor de 17 años, mientras juega con su sobrina de apenas algunos meses cuenta: “Nosotros tuvimos que cambiar nuestra forma de vestir. A mí, particularmente, me gusta usar jeans anchos, buzos largos, pero hace un tiempo que cambiamos nuestra vestimenta porque sabemos que esa es una razón por la cual nos pueden parar”. Juan agrega que cuando alguno de ellos usa una gorra y una capucha por encima, eso ya es una cuestión por la que pueden ser señalados.

Ambos parecen tener miles de experiencias para contar, mientras los mates fluyen, uno le recuerda al otro alguna para que nos cuente. Juan nos dice que con su grupo de amigos suelen juntarse en la esquina de su casa, porque saben que de algún modo en el lugar manejan ciertos códigos con sus vecinos y se sienten resguardados a diferencia de reunirse en una plaza o algún otro lugar público para tomar una gaseosa.

También manifestaron que conocen sus derechos, y saben qué pueden hacer ante los casos de abuso. Que lo aprendieron por el contexto que viven a diario, se volvió necesario. Emiliano relata: “Una noche salí de casa para ir a lo de mi vieja que vive cerca, hice dos cuadras y me frenó un móvil. Me pidieron el documento, que les muestre si llevaba algo debajo del buzo, no tenía nada más que la billetera. Me dejaron ir, hice un par de cuadras más y me frena otro, me pidieron lo mismo y les cuento que ya me habían frenado dos cuadras atrás. Se comunicaron con el móvil anterior, lo confirmaron pero aun así me pidieron el documento. Retomo mi camino, doblé para no cruzarme al primero y me cruzo otro móvil que también me frenó”. Por otra parte, los pibes comentan que tienen amigos que han sido detenidos más de 10 veces en un solo año, y siempre bajo las mismas justificaciones por parte de la policía.

Ambos, afirman que les gustaría mucho poder circular libremente, algo que para nosotros, es cuestión de sentido común. Por otra parte, estos pibes a veces van a laburar limpiando vidrios en distintas partes de la ciudad, cuestión que también se atribuye la yuta para justificar sus andanzas. Comentaron que muchas veces los han parado en los semáforos, y revisándolos los exponen ante los que circulan por el lugar. Estos pibes, que sólo quieren laburar, nos expresan que sienten como la policía busca exponerlos, diferenciar por qué ellos están en ese lugar y no el resto de quienes circulan por la calle.

Estos son algunos de sus relatos, pero como Juan y Emiliano, hay muchos pibes que sufren estas prácticas que aplica la yuta sistemáticamente. De hecho, muchas veces esto impide que accedan a la zona céntrica, para “mantenerlos en una zona”. Queremos construir una realidad más justa, donde los pibes puedan tener las mismas oportunidades, que puedan ser libres de circular, de elegir quiénes y cómo ser, de andar por donde les pinte y disfrutar de los espacios que quieran.

Pretendemos una mirada menos estigmatizadora por parte de la sociedad, esa que los excluye y ve diferente. Sostienen que, en parte, desde ahí radica que los policías los vean distintos. Expresan ese deseo de poder vivir tranquilos, de poder vestirse como quieren, de poder salir sin pensar que un móvil los va a frenar para pedirles el documento. Que el hecho de usar una gorra no construya prejuicios en la gente; que la gente no construya siempre en base a prejuicios.

bottom of page